AGUAFUERTES BOHEMIAS
PRIMER DÍA DE CASADO
Serían casi las once cuando se despertó en aquel domingo 20 de febrero de 1977. La noche había sido larga y movida, como corresponde a cualquier noche de bodas. Su flamante esposa ya se había levantado y mientras tomaban el tardío desayuno le comunicó la noticia: “llamó mi mamá, nos espera en su casa toda la familia para comer a eso de la una” “Pero hoy es domingo y a la noche tenemos que viajar” Respondió, advirtiendo la posible llegada de su primera crisis matrimonial. “¿Qué problema hay? Si las valijas ya están listas” siguió ella, “Es que hoy es domingo y empieza el campeonato” se atrevió a decir él, “¡Pero es nuestro primer día de casados!” ensayó ella a modo de protesta. Finalmente acordaron participar del almuerzo (¡Que otro remedio!), pero a cambio de que luego del mismo, él se iría a la cancha y luego volverían a encontrarse en el departamento para emprender el viaje de luna de miel con destino a Córdoba. Tal como era previsible, la comida resultó de lo más aburrida, con parientes eufóricos, devorando las sobras de la fiesta de la víspera y emulándose en emitir chistes fáciles en relación a la pasada noche nupcial. Él calculaba los minutos para huir, tomarse un taxi hasta Juan B. Justo y Murillo y ver el debut bohemio en un nuevo campeonato. La tarde era radiante y por fin, ante el reproche de la mayoría, abandonó la reunión y se llegó a la cancha. Se ubicó en la tribuna que da espaldas a Muñecas. Atlanta vs. Central era el partido y el bohemio no había incorporado gran cosa para el campeonato: el veterano Maletti de San Lorenzo, Candedo de Huracán y jugadores provenientes del ascenso, entre ellos Curini, un goleador de Sarmiento de Junín. Empezaron las acciones y junto con ellas parecieron unas amenazadoras nubes en el horizonte. Enseguida ¡gol de Atlanta! El debutante Curini. Buen comienzo, mientras las nubes se transformaban en gruesos nubarrones, que poco antes de finalizar el primer tiempo, estallaron en un bíblico diluvio. Sin paraguas, ni piloto no quedó otra alternativa que mojarse hasta que el juez decidió la lógica suspensión del cotejo. Resignado se retiró del estadio y absolutamente empapado regresó al domicilio conyugal. Allí lo esperaba su mujer con una mirada irónica. “¿Ahora con que vas a viajar?”. Su único vaquero y par de zapatillas estaban pasados por agua. No le quedó otra alternativa que calzarse los zapatos, el pantalón y la camisa del traje de casamiento y así vestido soportar el largo trayecto hasta Capilla del Monte. Y lo peor de todo, no poder ver la continuidad del partido suspendido, ni las próximas tres fechas.
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