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BOHEMIOS

QUIEN NOS QUITA LO BAILADO

Buscando el lugar más adecuado para analizar la historia de Atlanta, y por ende su presente y futuro, nos encontramos ante la dificultad de encontrar la perspectiva más adecuada para hacerlo, debido a los notorios altibajos que sufrió la entidad a través de los tiempos.

¿Es Atlanta un club centenario, fundador del profesionalismo, con una rica trayectoria que incluye  decenas de temporadas en el elenco estable de la primera división de nuestro fútbol, algunas de ellas contando con su intenso protagonismo? ¿Es ese  semillero que parecía inagotable de cracks que luego descollaron en el país y en el exterior?

O por el contrario ¿es la primera entidad del fútbol argentino en quebrar y prácticamente desparecer, para luego sacrificadamente ir recuperando parte de su patrimonio, pero con el costo deportivo de estar 28 años consecutivos en las categorías de ascenso? ¿Una especie de ave Fénix que resurgió de sus cenizas para empezar a escribir una nueva historia?

Seguramente es ambas cosas a la vez, en donde decadencia y renacimiento son dos elementos que terminan de conformar su situación actual.

Tal vez por eso  muchos hinchas pensaron que el reciente ascenso al Nacional B reivindicaba tantos años de frustraciones y se convertía una antesala para volver  en poco tiempo al círculo de privilegio del fútbol argentino del que supo ser notorio protagonista. Entonces, desde este punto de vista, la rápida pérdida de la categoría significa un duro golpe difícil de asimilar.

Sin embargo hay que reconocer que estas esperanzas tenían poco sustento, partiendo de analizar un proceso de recuperación en lo institucional, financiero y deportivo aún incompleto. Desde esta postura, la sola permanencia  constituía una meta ambiciosa y el descenso un riesgo cierto.

Ahora, ya consumado los hechos, la responsables del fútbol en Atlanta deben asumir su falencias como fueron el  desconocimiento de la  nueva categoría que los llevó a cometer un grosero error de cálculo en cuanto a apostar casi todos los reales al equipo que salió campeón de la B Metropolitana.

Se pensó qué, con esa base más algunos refuerzos alcanzaban y se equivocaron feo, teniendo en cuenta además, que la categoría adquiriría una competitividad que nunca tuvo con la llegada de cuatro equipos con larga prosapia en la Primera A. Así, pocos jugadores lograron adaptarse a la nueva divisional, los que llegaron –algunas incorporaciones no tienen explicación-  no rindieron y el hecho de apelar a cuatro directores técnicos habla de una notoria desorientación.

Por momentos hasta dio pena ver a esos jugadores ser ampliamente superados por la jerarquía de sus rivales. Ver desde la tribuna como eran fácilmente desbaratadas las tibias intentonas ofensivas, como los juveniles bohemios eran neutralizados con un simple movimiento de cadera por defensores o volantes de mayor envergadura y calidad, como se perdía en cada pelota dividida, como los defensores sufrían ante la velocidad y habilidad de los delanteros contrarios. Y no era un problema de “poner huevos” sino que muchas veces la falta de equivalencias era muy grande.

Deberá entonces, sin dramatismo, continuar con un proceso de reflexión y autocrítica que devenga en los cambios correctivos necesarios.

Así y todo Atlanta, a pesar de esas grandes diferencias, se las ingenió para resucitar cada vez que parecía muerto y darse una nueva oportunidad que le permitió seguir con esperanza de vida hasta la última fecha.

Por eso este balance sería totalmente incompleto si solo nos quedamos en los aspectos negativos que se desprenden  de este paso de Atlanta por el Nacional B y no damos una justa valoración a lo que significó el salto de calidad de diputar un torneo de enorme trascendencia y haber vuelto por momentos a los candeleros del fútbol, tras una larga temporada en la oscuridad que casi siempre imponen las categorías menores.

Atlanta después de más de doce años volvió a estar presente en una competencia de enorme trascendencia, enfrentando equipos de cartel  y jugadores de un nivel superior,  jugando en algunos escenarios magníficos a los que nos habíamos desacostumbrados.

En menos de un año festejamos la obtención de un campeonato inolvidable, vivimos una velada de inmensa alegría en Parque Patricios cuando eliminamos a All Boys de la Copa Argentina y quedará para siempre en nuestra memoria la histórica  victoria en el José Amalfitani ante  River Plate.

Obviamente los sinsabores fueron muchos más –inclusive algunos humillantes-, se perdió la categoría y habrá que empezar de nuevo, como tantas  otras veces. Pero a pesar de todo eso ¡Quien nos quita lo bailado! 

Jorge H. de Gregorio

Extraído de la edición del 30-06-2012 de Sentimiento Bohemio

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